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Excluidos pero organizados

Cuando crece el mundo de la mano del capitalismo, la piel de la tierra la asfaltamos,

la llenamos de dúplex, de aeropuertos, de exposiciones universales, de olimpiadas, etc.

Se baten los records de emisiones y consumo de recursos de agua y energía; y nos asustamos  de los niveles de insostenibilidad. Pero llenamos Jumbos para que la gente tome el sol a miles de Kms, en una palabra nos cargamos el planeta.

Cuando el capitalismo se repliega de este tipo de fechorías,  el número de ricos aumenta, y aparecen millones y millones de excluidos que invaden la sociedad y sufren en silencio.

El capitalismo hay que incinerarlo porque sus credenciales de “sostenibilidad” son letales. Es necesario una alternativa.  En Foodtopia proponemos que la gestión de los alimentos no  esté en manos del sistema, porque este la hace insostenible, insustentable, y si faltaba algo además, envenena nuestros cuerpos, produce exclusión y deslocalización.

Cuándo se le preguntaba «¿Qué hacer?», François Partant respondía generalmente: «No hay nada que hacer», lo que podría pasar por una respuesta totalmente desesperada. Pero como él mismo hacía muchas cosas, podemos pensar que no era precisamente no hacer nada lo que proponía. Lo que de hecho quería decir es que las soluciones globales que serían necesarias en el marco del sistema global son muy improbables (en oposición a los utopistas del Nuevo Orden Internacional de los que tanto se habló en los años setenta). Por una parte porque los poderes que se ejercen sobre ese sistema, a saber Estado y Capital, no están por la labor de ponerlo en cuestión. Por otra parte porque es casi imposible que las decisiones económicas, fundamentalmente contrarias a las que se toman hoy en día, se impongan a la vez a todos los pueblos del planeta.

Las decisiones que se toman a nivel de los Estados únicamente, son muy limitadas, debido a la globalización del sistema. ¡Esto se vio bien con la evolución de los poderes socialistas en Francia o en otros países europeos respecto de los objetivos anunciados en los años ochenta!. Desde esta óptica, cambiar el partido en el poder no cambia en nada las tendencias de conjunto. Todo lo que podría hacer un poder de Estado, y no es poca cosa, sería, aún gestionando los asuntos según los derroteros habituales porque están obligados a hacerlo bajo amenaza inmediata de desórdenes intolerables, favorecer la emergencia de alternativas socio-económicas. Por lo tanto, gestionar el sistema sin creer y sin pensar que uno puede reformarlo, y contribuir así a minarlo desde el interior, ayudando a aquéllos que tratan de vivir al margen o al exterior del mismo. En suma, el futuro político consistiría en trampear con el sistema, lo que es sin duda mejor que la complicidad o la actual corrupción, fruto, por otra parte de la desilusión de los políticos.

A partir de la experiencia rica en invención social pero efímera de la primavera malgache (mayo de 1972), François Partant imaginó en seguida que los excluidos del sistema podrían organizarse entre ellos para producir lo que les fuera necesario e intercambiar, siempre entre ellos, según reglas convenidas de común acuerdo. Estaba muy atento a todas las experiencias alternativas que pudieran surgir aquí o allá, desde los marginales berlineses hasta en diversos países del tercer mundo, pasando por las regiones rurales francesas.

Foodtopia propone algo sencillo, una propuesta alternativa;  permitir el acceso de alimentos de alto nivel de calidad/precio a la sociedad, a través de mecanismos fuera del sistema  y permitir así, un desarrollo alternativo con la colaboración publica y entidades sin ánimo de lucro y que este modelo presente una alternativa a lo instituido. Cada dieta puede ser una medicina que cure la insostenibilidad. Se reducirá el consumo de agua, de energía, de gases efecto invernadero, el número de excluidos, aumentará la salud, y sucederá un fenómeno alternativo que dará lugar al inicio de un proceso de sostenibilidad, para que esta especie inerte, y lenta, llegue a tiempo de no acabar con todo.

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